domingo, 17 de mayo de 2009

Reflexionando sobre los libros...


Hace unos días tuve una sensación extraña mientras leía esta entrada en "La pastilla roja". El caso es que esta entrada escrita por Sergio me parecía como si la hubiera escrito yo, en el sentido de que yo estoy haciendo lo mismo que él, deshacerme de buena parte de mis libros (de papel) quedándome solamente con aquellos que por razones sentimentales o prácticas aun no les ha llegado el momento. ¿Y cual es la razón?, pues son varias:
  • Libros de literatura que no volveré a leer por diferentes motivos. ¿Para que guardarlos?. Ocupan espacio, amarillean y no tienen ninguna utilidad.
  • Libros de literatura que no se si volveré a leer, pero que puedo acceder a una versión electrónica sin problemas. Si los leo dentro de 2, 4 o 10 años, serán una montaña de páginas amarillas y polvorientas.
  • Libros de texto obsoletos. Todos los de informática. Cosas que me interesaron en su momento y me dejaron de interesar. Cosas que se han vuelto obsoletas. Cosa que ya están superadas.
  • Libros de texto y ensayo que si que me interesan, pero han sido mejorados por versiones electrónicas (Wikipedia por poner un ejemplo). Tener los libros organizados y poder hacer consultas sobre ellos es algo que en papel no puedo hacer.
Evidentemente hay cosas que conservo. Una enciclopedia, para cuando me pilla con el ordenador apagado (o por si llega el apocalipsis y me quedo sin internet). Algunos diccionarios. Libros que con gusto me desharía pero no tengo su versión electrónica. Libros que he coleccionado y por razones sentimentales quiero conservar (mi colección de obras completas de Stanislaw Lem, por ejemplo) aunque cada año poco a poco voy menguando al ver como se van deteriorando. Actualmente debo tenes unos 200 o 300 en papel (a ojo), pero soy consciente de haberme deshecho de otro tanto.
El caso es que aunque pueda parecer lo contrario, sigo siendo un lector compulsivo, sigo comprando libros y tengo más libros que nunca. Eso si, en formato electrónico. Y es que poco a poco la revolución que se esta dando en la música y en el cine gracias al coste 0 de realizar una copia también esta llegando al mundo de los libros. Aunque a algunas editoriales les de miedo, por la perdida de ese negocio que consiste en cobrar por una copia. En el fondo es la crisis (y futura desaparición) de los intermediarios tal como los conocemos hoy dia.


Al hilo de todos estos cambios, también se cita en dicho artículo de la pastilla roja (otra casualidad, claro), un reciente artículo de Steven Johnson en el Wall Street Journal que también habla sobre como está cambiando el mundo de los libros. Steven Johnson lo conozco como autor del excelente libro "Sistemas emergentes. O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software", razón por la cual valoro mucho sus opiniones al respecto. En resumen viene a decir que los libros van a desaparecer tal como los conocemos al tiempo que cambia el medio en que se publican (del papel al formato electrónico). No es que vaya a decir nada que a poco que uno haya visto lectores electrónicos no sepa ya, pero es importante para darnos cuenta que poco a poco los libros electrónicos van a sustituir al de papel. Y no entro en el tema de la prensa...

Entonces, como parece claro que estamos delante de un cambio importante, parece precisamente que la industria del sector tendría que ser una avanzada en la tecnología y liderar el cambio (que se va a producir de todas formas) mientras se adapta a los nuevos formatos (sino, pensemos en Amazon y su Kindle). Pero como no podía ser de otra forma, lo que tenemos es justo lo contrario. Una industria que parece un dinosaurio, anquilosada en el pasado, que se resiste a cambiar por miedo a la perdida de control del negocio de las copias. Y en vez de avanzar, se quedan en la cuneta (como ya hemos visto hacer a la industria discográfica, la del cine, ...).

Así como curiosidad, el día 14 de mayo de 2009, en El País publicaban una carta en la sección de cartas de los lectores donde Carlos Fernández Sanz reflexionaba sobre el futuro de los libros. En concreto avisaba de los problemas que están surgiendo alrededor de la comercialización de los libros electrónicos. Y es que el problema es que por miedo a las copias no consentidas (¿por quién? ¿Por el autor?. Que va...) se está ofreciendo un producto caro y defectuoso. Comparemos:

  • Me compro un libro de papel. Lo leo las veces que quiera. Lo presto las veces que me apetezca. Lo guardo el tiempo que quiero. Si me canso lo puedo vender de segunda mano. Lo puedo regalar a otra persona que podrá hacer lo mismo. Etc.
  • Me compro un libro electrónico (que el coste de la copia es 0) que me cuesta casi lo mismo pero con un sistema DRM con ciertas limitaciones. Lo podré leer siempre que el soporte lo mantenga, no me aseguran que si cambio de lector lo conserve y puedo estar obligado a comprar otra copia o quedarme sin el libro. No lo puedo prestar (el DRM me lo va a impedir). Lo guardo tanto tiempo como el hardware me permita y no se haga obsoleto, cosa que sabemos que pasará en poco tiempo. No lo podré vender. No lo podré regalar...

¿Y que tenemos entonces? Pues muy facil. Un producto defectuoso y caro, frente al producto sin todos estos defectos y además gratis. Una vuelta por el emule ya nos enseña hacia donde van las cosas. La gran biblioteca de Alejandría hecha realidad. Y la industria si no se adapta y enfrenta estos graves problemas se van a encontrar fabricando máquinas de vapor en poco tiempo.

Por cierto, en mi creciente colección de libros, me está siendo de mucha utilidad un software llamado "calibre". Como lector, aunque hay muchos, yo uso FBReader, por la razon que funciona en mi Nokia 770 (una maravilla pero parece que la linea del producto se deja de fabricar), en mi portatil y ahora en mi nuevo movil Android. Aun no me he decidido por un lector exclusivo de libros pero todo se andará.

Ya como conclusión, vía Escolar.net leo este texto de Spencer Reiss, periodista de la revista Wired:
El plan A es publicar un diario por el método tradicional, por ejemplo en Madrid, lo cual implica cortar árboles en Escandinavia, procesar la madera para convertirla en papel, transportar el papel en barco a un puerto y después en camión a la capital. Ahí tienes un caro inmueble en el que trabaja tu extensa y costosa redacción y operan tus máquinas de impresión, con sus costosos operarios. Y todavía te queda la fase final de transportar el producto impreso a los extensos y dispersos punto de venta. El plan B es un tipo con un ordenador que aprieta unas teclas y envía el mismo producto a las pantallas de un número ilimitado de consumidores. ¿Quién gana?
Pues eso.